Jero fue el primer artista en la familia Jiménez. «lo llevaba en la sangre», dice con orgullo su hermano. «Jero» que en paz descanse, era un rumbero innato, con una mentalidad increíble para componer». «Fue un pionero», añade su hija.
Lo fue, realmente. Juan Antonio no quiso seguir el camino marcado’ por Peret o Rumba 3, que hablaban de amores fáciles bajo las estrellas del verano en una España playera, paraíso de alemanas y suecas.
En las canciones de Los Chichos, las lágrimas no caen en la arena sino sobre el duro asfalto del suburbio.
En 1971, Los Chichos —Jero y los her-manos Julio y Emilio González Gabarre, madrileños de Cuatro Caminos—, con un puñado de canciones grabadas en una maqueta y la ambición de grabar un disco, entraron en contacto con Felipe Campuzano, pero el pianista no les hizo demasiado caso. Fue Antonio Sánchez, padre de Paco de Lucía, quien les introdujo en la casa Phillips.
Ni más ni menos (1974), su primer álbum, incluye doce composiciones, todas ellas firmadas por Jiménez Muñoz.
En posteriores discos, hasta Ojos negros (1989, año en que deja la banda), sus temas se alternan con los de sus compañeros de grupo. Pero fue Jero quien siempre llevó la voz cantante. Son veinte años de éxitos que convierten a Los Chichos en niños mimados de la compañía Phillips, los superventas de
Buen blog recordando a un gran artista y a un gran grupo con el que he pasado muy buenos momentos de juventud. Mal final para una buena persona, la vida suele ser injusta.