En los 80, Los Chichos ya eran unos super ventas sin que sus canciones figurasen en las listas de éxitos. A pesar de sus afamados clásicos, dado que por aquel entonces las radios dominaban las decisiones de compra para la industria musical, era impensable que unos gitanos cantaran indistintamente al desamor o a la enemistad en televisión.
Pero gracias al olfato de don Antonio Sánchez Pecino (padre de Paco de Lucía) quien ya los había fichado para Fonogram, lograron que un tipo culto y sensible les diera esa oportunidad vedada en Televisión Española.
El tipo era José María Iñigo, quien se puso muy nervioso cuando Jeros, Julio y Emilio no estaban a la hora pactada en el correspondiente plató.
Pensaba que seguirían de juerga o se habrían dormido, pero lo cierto es que ya hacía un buen rato que la Guardia Civil les había retenido en el acceso a Prado del Rey: ¿razón?, étnica.
Iñigo corrió y logró convencer a la benemérita de que esos hombres eran los invitados de Estudio Abierto. Grabaron por los pelos y gracias a la emisión, Los Chichos sustituyeron la venta de decenas de miles de casetes por giras interminables y 22 millones de discos (cifra oficial de ventas del conjunto).